Estaba siendo un verano satisfecho de gentío, alegrías entre repiques de tambores y aguas saladas. Volvía de Neptunia, departamento de Canelones (pegado al arroyo Pando) con la mochila llena de emociones sin nombres, sin poder ordenar las angustias de ir finalizando un viaje que se había teñido de un drama romántico adaptado a los años 40. Buscando reposar sobre algo diferente y no en una típica playa llena de turistas porteños.
El colectivo me dejó en la zona céntrica de un pueblo que ya olía a poesía, Marindia. Es que Uruguay no solo te estremece por su historia hecha de murga y candombe... Agarre las horas más duras del sol en búsqueda de un lugar para pasar la noche, mientras caminaba por la calle caracol, curiosa, iba observando las viviendas costeras, pensaba en lo lindo que sería de pasar
de vivir en los valles al mar. Parecía que no estaba lejos de encontrar algún lugar para acampar, mi ceño estaba confundido, no sabía de qué manera expresarse, al frente mío había un camping que tenía casillas pintarrajeada con unas heladeras recicladas en formato de bibliotecas. Definitivamente había llegado a mi lugar de descanso.
Los días en Marindia fueron largos, sin embargo, ya tenía que ir pensando en retornar a Montevideo. Me quede dos horas escarbando en las cuatro heladeras, gentilmente los del lugar me ofrecieron regalarme los libros que yo quisiera.
Realmente no estaba buscando nada en especial, había entre revistas viejas, libros didácticos para infancias, novelas viejísimas como asi tambien manuales de física. Nada llamaba mi atención hasta que lo encontré, o mejor dicho me encontró. Un pequeño libro envuelto en plástico, estaba nuevo y llevaba una ilustración con forma de vulva llena de rayas, en ese momento me deje atrapar por la tapa del libro sin saber que tenía en mis manos un verdadero tesoro de la poesía latinoamericana de los años 80.
Nunca había escuchado hablar de Carmen Ollé, no tenía idea quien era y mucho menos imaginaba lo que podía encontrar en esos relatos. La flamante escritora limeña lleva consigo un gran recorrido entre la literatura y la lengua, autora viva que deja huellas imborrables en la en la poesía femenina peruana por el estilo personal que adoptan sus obras. Yo tenía en mis manos “Noches de Adrenalina” su primer poemario publicado en 1981, a sus 33 años de edad.
Quien escribía las prosas recorría en cada oración, desde un sentí-pensar su cuerpo hostigado y lastimado por el tiempo, puntualizando en el erotismo y lo corpóreo de sus vivencias, de pasar a ser adolescente a adulta, Carmen refleja una manera conflictiva de abordar la realidad de la época. Hablamos en un contexto, con más de 40 años, en donde ella se atreve a exponer las tensiones en relación a los estereotipos de belleza vinculada a herencias occidentales que caminan por las calles de Lima. Reconstruyendo la idea de lo bello en su lírica, la escritora derrumba lo trivial con sus versos.
Noches de adrenalina relata la búsqueda de la realización individual criticando una sociedad que le oprime el cuerpo y las ideas, rastreando metas en un futuro incierto, tapando las cicatrices de envejecer y transformarse. No deja de exponer sin miedos el tránsito de lo vivido de una adulta que atraviesa sus treinta años desde la sexualidad y erotismo, pero hacia una crítica social del “envejecimiento detenido por las cremas”:
“La fantasía exige algo más
un tratamiento brusco en las nalgas
la pornografía extrae del sufrimiento placer
cuando nadie nos mira
la indiferencia es una forma de dominio
y estos sentimientos de coleccionistas
rabia desaparición celos
la timidez es como el bien
nadie hace caso del bien
el mal tan pop como una vedette
Yo solo sodomizo sin desgarramiento sin crueldad
sin dolor
solo presiono su espalda
mi pequeña almeja no da mas
(Tampoco la sobriedad)
Andrógino en otro cielo en otra piel”
-Pagina 46 –Noches de Adrenalina-
Me gusta pensar que yo no lo encontré, el libro me encontró terminando un viaje en donde la escritura de Carmen terminaría marcando interrogantes que hoy son una de guía para atravesar mi juventud en relación a mi cuerpo, mis elecciones y mi género dentro de una sociedad que se encuentra en reconstrucción por las estructuras patriarcales, elitistas y erupeizantes.
Valentina Zerda Lo
Lic. en Ciencias de la Comunicación- UNSa